Un hombre mata a su mujer porque cree que le ha traicionado

 

Este bien podría ser el titular de la sección de sucesos de un periódico. En el mismo artículo nos informarían de que la pobre víctima era inocente, y de que una serie de circunstancias y casualidades han convencido a su marido de lo contrario.

Así, cuando en las introducciones a las ediciones críticas de El médico de su honra nos encontramos ante el inevitable debate en torno a la moral de la obra y de su autor, tenemos la sensación, por elevado que sea el tema de las discusiones, de estar leyendo la nota de un periódico sensacionalista con su consecuente juicio moral.

Ahora bien, cuando pasamos a la lectura de la obra, el tono y los argumentos cambian, y nos encontramos subyugados por la trama de la historia que inexorablemente conduce al trágico fin, por un texto poético de gran calidad que confiere espesor a los personajes, por esa sensación de vida intensa que caracteriza a todo buen teatro.

 

Calderón escribió El médico de su honra en el siglo XVII, pero situó los acontecimientos de la obra tres siglos antes. Este distanciamiento temporal le concedió seguramente más libertad a la hora de tratar el tema y le confirió a los hechos y personajes un valor simbólico.

El autor nos facina con una historia llevada al paroxismo, por utilizar una palabra que aparece más de una vez en la obra. Para ello se sirve del concepto del honor como instrumento dramático que plasma la tiranía de los valores sociales, contra la que se debate el sujeto, viéndose obligado a tomar una decisión.

En El médico de su honra, temática y eficacia dramática se enlazan y abrazan como las ramas del jardín de Mencía.

Esta obra se estrenó en la Abadía de Neumünster (Luxemburgo), el miércoles 4 de mayo de 2011.