Considero que la línea fundamental de la dramaturgia rusa Gogol-Sukovo-Kobyline encuentra su prolongación brillante en la obra El Mandato de Nikolai Erdman, que abre una vía sólida y segura para la creación de la comedia soviética.”

Vsevolod Meyerhold
 

Erdman, proscrito por el régimen estalinista de principios de los años 30, es un meteoro en el universo de la dramaturgia rusa del siglo XX. Sólo llegó a escribir dos piezas: El Mandato, que, en la escenificación de Meyerhold, conocerá un gran éxito desde 1925 a 1932, fecha de su prohibición; y El Suicida, que, prohibida desde un principio, deberá esperar a la década de los 80 para ser representada.

El Mandato nos sumerge en una época fluctuante –los años que siguieron a la Revolución rusa-, cuando el dinero, los chanchullos y las relaciones se convierten en toda una religión. Por medio de personajes marginales y de situaciones grotescas y graciosas, esta tragicomedia capta con precisión la paradoja de un presente (mediados los años 20 con su “nueva política económica”, su burocratización, sus imposturas y su deshumanización) que, en vez de dar paso al utópico hombre nuevo, fabrica un hombrecillo hipócrita y miedoso, un individuo que es copia exacta del pequeño burgués tan aborrecido por los eslóganes revolucionarios.

El contexto de esta intriga excéntrica se ve confinado al espacio sofocante de un piso comunitario, donde, para nuestro regocijo, se agitan de modo burlesco una madre devota e histérica, un hijo que quiere afiliarse al Partido, una hija que busca casarse, nobles en pos de una “dote comunista” para protegerse las espaldas, un cobarde soplón, una cocinera ingenua e impertinente y otros personajes peregrinos. Y por si fuera poco, la visita de la gran duquesa, heredera del trono de Rusia, que luce nada menos que las galas de la emperatriz…

El estreno de la obra se celebró en el Kassemattentheater de Luxemburgo el 24 de abril de 2002.